Como mencioné anteriormente, Roxy tuvo que alimentarse con una perrarina especial desde que tenía unos 4 años de edad aproximadamente, todo esto debido a su problema hepático, tanto mi mamá como mi papá y yo tuvimos que cooperar con su comida, recuerdo que buscábamos por todas las páginas de Internet, lugares exclusivos de venta de alimento y pare usted de contar, todo con la intención de darle a mi peluda lo mejor, para así evitar que tuviese problemas de salud más serios. Fueron muchos años de ahorro familiar únicamente para su perrarina (croquetas) de cordero, hasta que llegó a la edad de 12 años, donde la situación económica se vio afectada, más que todo por lo que sucedía en mi país Venezuela desde hace un tiempo atrás, esto no solo afectó el bolsillo, sino también la importación de este alimento, ya que era del exterior y por consiguiente su precio se elevó por lo que desistimos de comprarlo y buscamos una alternativa más factible.
Hablamos con el veterinario que atendía a Roxy y nos comentó que no solo éramos nosotros que habíamos decidido tomar otras medidas de alimentación, también tenía otros pacientes donde sus dueños también buscaron otras alternativas para no dejar de alimentar a sus caninos, no solamente por la perrarina de cordero sino también por las perrarinas comunes de carne, pollo, vegetales, entre otras que sus costos se elevaron de una forma significativa. Su veterinario nos recomendó que Roxy comiera arroz con zanahoria, calabacín, auyama, entre otros vegetales en cantidades considerables, agregándoles proteínas como sardina bien sancochada o pollo y así fue, ahora mi peluda se tenía que adaptar a esta nueva alimentación.
Roxy siempre fue una perra de buen comer, aceptó su nueva dieta sin problemas y a pesar de que ya estaba en la tercera edad, ella siempre se mantuvo activa, juguetona y atenta, eso es algo que mi Roxy no cambiaba, nunca dejó de ser la protectora de su hogar y de nosotros, pues ella sabía que formaba parte de nuestra familia y a pesar de que Roxy ya tenía su edad, yo siempre la vi como mi niña, este sentimiento solo lo pueden comprender aquellos que han tenido una mascota desde muy temprana edad, pues para uno nunca crecen, de hecho mi peluda siempre conservó esa mirada de cachorra hasta sus últimos días, ¡Ay!, ese día que aún me cuesta entender.
Un 22 de mayo del presente año, Roxy partió al arcoíris, ¿cómo pasó?, realmente todo fue tan rápido que no lo pude creer, ella se encontraba bien, como siempre, hasta que un día decayó, mi papá que siempre ha conocido sus actitudes, hasta me atrevería decir que más que yo, él se dio cuenta de que algo le pasaba y que no andaba del todo bien, ¿qué hizo?, pues decidió llamar a un veterinario a domicilio, puesto que la persona que veía a mi Roxy no estaba en el país (su último control fue en diciembre y ese día si nos dijo que ella ya estaba mayor y era mejor que estuviésemos preparados, cosa que escuché, pero no le presté mayor atención, ya que mi peluda era muy activa a pesar de tener 14 años), ese veterinario le indicó a mi papá vía telefónica todo lo que tenía que hacer para que Roxy tuviese ánimo otra vez, mi papá le dio una pastilla para el malestar y esa noche mi peluda descansó sin problemas.
Al día siguiente Roxy estaba mejor, pero como mi papá y yo estábamos intranquilos, decidimos llamar el veterinario otra vez para que fuese a nuestra casa a verla y así fue, en la tarde el veterinario llegó a revisarla y notó que tenía temperatura, por lo que le inyectó un antibiótico para bajársela y algo para el dolor, ya que notó que le dolían sus patitas por el malestar que sentía, su diagnóstico como médico fue que Roxy tenía algo viral y debido a su edad (ya había cumplido 15 años), su recuperación sería lenta, por lo que teníamos que tener mucha paciencia, ese día el doctor nos dejó un tratamiento preparado por lo que me tocó a mí inyectarla (algo que aprendí cuando fui voluntaria de una misión de mascotas, pero lo adapté mejor con el médico) y mi papá se encargó de hacerle un consomé de pollo para que comiera y al día siguiente salió a comprar los medicamentos que el doctor le había recetado.
Pasaron los días y mi Roxy estaba más repuesta, se sentía mejor y mi papá y yo estábamos muy contentos, pero una noche volvió a decaer, no entendíamos por qué, así que decidimos llamar nuevamente al veterinario, él la volvió a revisar y como había vomitado la noche anterior, nos indicó una serie de exámenes porque ya no lo veía como algo viral sino como algo parasitario, eso nos asustó, así que al día siguiente a primera hora se le hizo el examen de sangre y el resultado arrojó que no tenía parásitos, allí nos preguntamos ¿Qué tiene Roxy?
Su tratamiento nunca paró, mi papá y yo continuábamos con él, pero ya mi Roxy no quería comer y eso fue algo que activó mi alarma, le hice una crema de pollo para dársela, pero al ver que no quería ni probarla, se la di con una jeringa, mi papá habló con el veterinario y él fue al día siguiente en horas de la noche para ponerle suero, nos comentó que Roxy era una perrita muy valiente y fuerte a pesar de su edad y que a medida de sus posibilidades iba a luchar con nosotros, eso es algo que nunca se perdió, tanto mi padre, el veterinario y yo dimos hasta lo último por mi peluda. Al día siguiente había que hacerle un examen más profundo, con eso sabríamos que era lo que sucedía en el organismo de Roxy, (ya que por el examen anterior no era nada referente a parásitos) y porque no se recuperaba del todo a pesar del tratamiento que seguía, mi papá y yo sospechamos que se trataba de algo peor y que el problema hepático era el protagonista de su padecimiento.
Esa mañana era la crucial, pero lo que nunca me imaginé fue que ese día Roxy me diría adiós, ese día no hubo chance de darle ningún medicamento ni de hacerle el examen, mi peluda estaba totalmente agotada, se notaba en sus ojos que tenía miedo por ser regañada, ya que cuando la vi estaba hecha caca, la cargué, la limpié y la puse en mis brazos, le dije que todo iba a estar bien y que no tuviese miedo que no la iba a regañar, en ese instante supe y tuve que aceptar que estaba muy mal, llamé a mi papá y él la acompañó junto conmigo, allí estuvimos los tres por un ratico, le dije llama al veterinario, no la veo bien, lo llamó y él nos dijo que Roxy estaba diciendo adiós y que teníamos que ser fuertes, escuchar eso hizo que mi corazón y toda yo quedara en estado de shock, mi peluda, mi amiga y compañera de años ya había cumplido su misión con nosotros, conmigo.
Allí estuvimos, junto a ella hasta su último aliento, yo la vi tan chiquita que lo único que pude soltar de mi boca fue un "gracias por todo mi Roxy, fuiste lo mejor que mi vida", la sujeté de su pata, me acerqué a ella y le dije, tranquila mi chiquita, si es tu momento no tengas miedo, yo estaré bien, estaremos bien, tu familia te ama y te recordará por siempre, sentí que entendió mis palabras, se fue tranquila y en paz, cerré sus ojitos y le di un beso, fue el día más difícil de mi vida, pero jamás me cuestioné, entendí que era su tiempo y que yo como su dueña hice lo mejor para darle una vida plena y yo sé que ella lo sabe, para mi siempre fue un ángel que llegó a mi vida a darme amor y ahora volvía al lugar de donde vino, pero con sus alitas oficiales.
El veterinario que la había visto esos días, lamentó muchísimo la pérdida y nos dijo que le hubiese gustado hacer más por ella, mi padre y yo le dimos las gracias por todo y que entendíamos que era parte de la vida aunque no dejara de ser doloroso había que aceptarlo. Mi Roxy fue cremada y sus cenizas las esparcí al mar, lo hice de esa forma porque será mi manera de mantenerme conectada con ella, pues el día que yo deje este mundo quiero que mi cuerpo lo incineren y ser lanzada al mar, yo sé que ese día ella me estará esperando, en el puente para reencontrarnos de nuevo y cruzar juntas el arcoíris. No me queda la menor duda que mi Roxy ahora descansa, está en su nube cuidando de su familia y jugando con Dios.
Agradezco a mi señor por darme la oportunidad de despedirme de ella, de darle ese último abrazo y beso, de darle ese último adiós...